jueves, 23 de enero de 2014

¿Y si fuera más que el aborto?


El otro día asistí a un acto-debate organizado por JSC Barcelona sobre la nueva ley del aborto que Gallardón pretende imponer a la ciudadanía (según todas las encuestas mayoritariamente en contra de la reforma, incluso están en contra sus votantes). Iluminaron algunas cosas que aparecen poco en los medios comunes, incluso en aquellos más independientes como El Diario o Infolibre.

Se escribe bastante únicamente sobre el aborto. Es, ciertamente, importante. Un derecho esencial para que la mujer pueda ser libre efectiva, además de teóricamente. Un derecho básico para garantizar su dignidad, no haciéndola un mero objeto de reproducción de la especie, sino una persona con soberanía vital.

Se ignora, no obstante, toda la otra vertiente que no trata concretamente el aborto y sus cuestiones, y que tan importante era en la reforma socialista. El nombre de la ley es significativa, muy clara: "Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo". El aborto o la consecución del embarazo es el último paso, pero antes de ello existen numerosas consideraciones y cuestiones relevantes para los derechos reproductivos y sexuales.

Si no vamos más allá, nos limitamos en la resistencia a la contrarreforma pepera. Nos limitamos porque el aborto no es únicamente una decisión ante problemas en el embarazo, es también un último recurso ante personas cuyas circunstancias no hacen que deseen, o ni siquiera puedan, llevar a término un embarazo. Poner el debate en el único marco del aborto esconde todas las demás responsabilidades públicas (y lo que una persona privada debe tener presente cuando tiene relaciones sexuales heterosexuales) que se requieren para garantizar adecuadamente nuestra salud sexual y la salud reproductiva de las mujeres.

Obviar esto nos lleva a cargar el peso de las responsabilidades sobre la mujer. Para que una mujer quede preñada necesita de un cómplice. Si ignoramos el resto de cuestiones de salud reproductiva, dejamos de lado esta complicidad. Dejar que los hombres nos vayamos libres de nuestras responsabilidades en el acto sexual.

Cuando escondemos esto, también permitimos que las administraciones públicas abandonen sus responsabilidades. Con el PP se han retirado anticonceptivos de la seguridad social, con lo cual se han dejado fuera del alcance de las personas con menores recursos económicos.  La educación sexual sigue siendo condicional (centros que se preocupen, organizaciones que lo hagan, ir a centros de planificación familiar...), seguramente además sufra por recortes y desidia de la derecha. Hablando de planificación familiar (o los centros de salud), los recortes sin duda han castigado sus servicios.

Y todo esto, en la ley de 2010, era igualmente importante. Entender que ofrecer alternativas antes del aborto permite solucionar los problemas sin necesidad de pasar por un acto traumático como abortar es, también, hacer más autónomas a mujeres y parejas que se puedan encontrar en esa solución. No se redujo el número de abortos mediante la ley socialista porque el aborto fuera más libre, sino porque ofrecía alternativas y facilitaba soluciones antes que necesitar recurrir a la interrupción del embarazo inducida.

Finalmente, uno de los aspectos más controvertidos de la ley socialista fue el aborto secreto para las menores de edad. Aquí no hay mucho que decir, porque esto sí ha ido saliendo en los debates públicos. Por desgracia, muy a menudo para mal del aborto libre. Como señalaron las ponentes, se trata de un medida extrema para garantizar el derecho de las menores en cuestión a no verse sujetas a la intransigencia de sus progenitores. 

También, a veces, es una cuestión de comprensión. Aunque una persona vaya a abortar más de una vez por X motivos, ¿qué derecho tiene nadie a juzgarla? Muchas personas no quieren ver las consecuencias de la pobreza, pero una consecuencia habitual de la pobreza es la inconsecuencia de las consecuencias, por irónico que resulte. Cuando no tienes gran cosa en tu vida, el peligro es menos real. No es casual que el alcoholismo o el uso de drogas sea más prevalente entre los miserables. 

Los y las adolescentes también son, usualmente, menos conscientes que sus mayores de las consecuencias. Es natural, todavía están aprendiendo a ser responsables. Y, sumado a que tengan menor acceso a anticonceptivos por tener menores recursos económicos y también menor información (sea por cuestiones escolares, sea por desidia familiar), tenemos el cóctel perfecto para que practiquen sexo no seguro. ¿Acaso no son también víctimas de un mundo injusto en el que no han tenido acceso a medios, físicos como culturales, de protegerse de embarazos no deseados? ¿Qué derecho tiene nadie a cuestionar que pueda abortar?

Porque, nuevamente, serán casos extremos. La mayoría de familias, incluso las empobrecidas, tienen suficiente comunicación para que las parejas de menores que se encuentren en la situación busquen el apoyo de sus familias. Es para evitar que, aquellas que vayan a sufrir por ello, no tengan que pasar por un embarazo no deseado pudiendo evitarse con secreto médico. Como decía mi padre cuando se debatía: si es mayor para follar, es mayor para abortar sin que tengan que decírselo a sus padres.

Una entrada muy poco cohesiva, pero quería mencionar algunos aspectos del debate que salieron y me parecieron interesantes por ser poco habituales en el debate, centrado (y es natural) en el aborto y nada más. Pero tenemos que ser conscientes de todo lo demás que la contrarreforma del PP se lleva por delante.

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