domingo, 19 de enero de 2014

Sobre la estupidez historicista que publica El país

¡Fuera, falacia demoníaca!

Este artículo de César Molinas contiene dos falacias historiográficas: historicismo y presentismo.

Es historicista en tanto que pretende hacer una explicación del presente en términos históricos, cuando explicar el presente no es el fin de la historia. Al margen de que las cuestiones culturalistas son discutibles (y comiendo todos los tópicos norte-europeos que están legitimando que se castigue a la Europa mediterránea con el austericidio),el presente no se puede explicar con la Historia por el simple hecho de que no tiene las herramientas para hacerlo. Las tienen las ciencias sociales como la politología, la sociología, la economía, la antropología, que son las que describen y analizan el presente. La Historia es un método de trabajo para estudiar el pasado.

El pasado, claro, puede hacernos ver antecedentes lejanos o sistémicos de cuestiones diferentes, incluso sus orígenes, pero rara vez es su explicación. Aquí lo convierte en su explicación. Una sociedad no es desigual, por ejemplo, porque en el pasado lo fuera, sino que es desigual por su funcionamiento, por su estructura social, sus relaciones de producción, etc. Podemos ver cuándo, históricamente, se configura eso, por qué lo hace y un largo etcétera, pero no podemos usarlo para explicar el presente, porque no lo hace. Enriquece la explicación del presente, sí, pero condimentar no es cocinar.

Y luego adolece de presentismo, que es extrapolar las cuestiones del presente al pasado. Europa, diferencias norte-sur, diferencias entre "Catalunya" y "España" (dos cosas que existían menos que Europa). Pretender leer, en tanto que observar y pensar, la historia desde otra cosa que no sea su tiempo es ridículo.

Por ejemplo, lo de Europa. Aunque el concepto de Europa como área geográfica es anterior, ciertamente es el renacimiento carolingio el que pone sobre la mesa la concepción de Europa como unidad cultural y comunidad cristiana. Querer hacer de eso más que una construcción coetánea no debe hacer olvidar la importancia de al-Andalus y Oriente Próximo en los sistemas económicos y culturales, o que los reinos peninsulares entraban dentro de esa concepción sin ningún problema. Además, pretender que la Castilla medieval, aliada de Francia tradicional y parte del comercio atlántico con el norte de Europa está al margen de Europa frente a una Catalunya mediterránea es no tener ni zorra del período medieval.

Lo cual me lleva a otra, la del norte y el sur de Europa. Este es el caso presentista más grave. No ya por la península, donde el sur era tremendamente rico frente al norte cristiano (que no se corresponde a la configuración económica actual, los condados catalanes vivieron un buen tiempo de las parias que conbraban a las taifas y de productivos tenían poquito), también por Europa.

En la Edad Media, el norte de Europa era pobre. Los romanos nunca fueron grandes agricultores y no encontraron la forma de adaptar su agricultura italiana* al norte de Europa. Solamente en el período medieval se comenzó a cultivar la vid en el norte (los vinos borgoñones habrían sido imposibles en tiempos romanos), por ejemplo. Es a lo largo del período cuando se desarrollarán economías poderosas en lo que, tras fragmentarse el Imperio de los Francos, se conoció como la Lotaringia. Pero su desarrollo no tiene que ver con un esencialismo cultural como César Molinas nos quiere hacer creer.

Su origen se encuentra en ser los valles de diversos ríos que facilitan el establecimiento de zonas densamente pobladas con importantes redes urbanas y su consiguiente actividad económica. Sin embargo, pese a esto, el norte de Europa será igualmente intensamente agrario y empobrecido respecto a las zonas de contacto con el mundo musulmán, que tienen la llave de las rutas comerciales. Y aquí lo relevante es el Mediterráneo. También que las ciudades italianas fueron núcleos de poder y economía antes que en cualquier otra región, claro. Pero la riqueza era el Mediterráneo y solamente cambió este paradigma con el desarrollo de las rutas atlánticas a América y Asia. El comercio atlántico medieval, o el Báltico, era secundario ante los beneficios que reportaba el comercio a través del mundo musulmán (de ahí la importancia de lo se llamaron consolats de mar de la Corona de Aragón).

Pero más allá, querer ver una cultura "menestral" es no entender la diferencia entre sociedades agrarias y sociedades industriales. Las ciudades, en los lugares más densamente urbanizados, Flandes y el norte de Italia, no pasaban del 10% de la población. Y, si alguna unidad cultural hay en Europa, es una forma de vida agraria bastante compartida por todas las sociedades tras la descomposición del Imperio de Occidente. Todos los reinos tienen ciudades menestrales y grandes regiones agrarias, todos comparten el dinamismo urbano y el estatismo de sus sistemas de explotación de la tierra (la diferencia está en quién, tras la Edad Media, suplantará este sistema binario).

No es casualidad que fueran las regiones más densamente pobladas las primeras en industrializarse siguiendo la estela británica: Flandes (ya Bélgica), los valles del Rin y el Ruhr, el norte de Francia con sus numerosas cuencas fluviales hará igual. La actividad económica había permitido acumular el capital en estas regiones para el despegue de sus revoluciones industriales.

En conclusión, está bien buscar antecedentes en la Historia. Está bien buscar cambios y continuidades en la Historia. Es el fuerte de la disciplina, podemos mirar procesos a lo largo del tiempo. Lo que no está bien es querer extrapolar el presente al pasado o buscar en el pasado las explicaciones del presente, porque no lo podemos hacer sin caer en graves anacronismos. Entender que cada período se explica por sí mismo es importante para no hacer falacias historiográficas.

*El caso de la agricultura romana es bastante grave, puesto que incluso la agricultura italiana falló en Italia y esto es uno de los grandes problemas que el Imperio fue incapaz de resolver y lo hizo tan dependiente de su control sobre las provincias. Italia era muy densamente poblada, pero no podía alimentarse por sí misma.

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