jueves, 13 de febrero de 2014

El origen medieval de la democracia

En estos tiempos agitados es frecuente leer la contraposición entre democracia representativa y democracia directa como una dicotomía entre falsa democracia y democracia real. La primera, delegada, es una donde la ciudadanía es cautiva de sus representantes, mientras, en esta visión simplista, la democracia directa es la única emancipación posible de la ciudadanía. Pero antes de hablar de ello quiero contextualizarlo un poco repasando las diferentes formas de "democracia" a lo largo de la historia europea.

Con el 15M corrió entre sectores diversos la idea de que la democracia real es la directa. Fruto de esta idea, aparecieron no pocas consignas sobre la democracia griega (realmente ateniense, la mayoría de ciudades griegas no dejaron de ser nunca oligarquías) y cómo ellos sí tenían democracia y nosotros no. Incluirían Roma si tuvieran idea de algo sobre su sistema político antes del Imperio (donde siguió relativamente vigente durante el período del Principado).

Lo primero quee Grecia y Roma hay que señalar que no entran en las definiciones estrictas de democracia, igual que las democracias burguesas del XIX difícilmente entrarían. Su ciudadanía, si bien tiene plenos derechos, es una franquicia muy limitada, los checks and balances son muy difusos, la alternancia en el poder es más que cuestionable y no existe ninguna división de poderes.

En Atenas, los ciudadanos representaban aproximadamente un 20% de la población de la polis (las mujeres no eran ciudadanas, técnicamente, mucho menos los extranjeros o esclavos), y tenía algunas instituciones donde no había elección alguna (generalmente por sorteo). En Roma era un porcentaje mayor, pero el sistema estaba diseñado de manera que la oligarquía gozaba de un enorme poder y sectores muy importantes de las clases humildes (los proletarios del censo por cabezas) tenían voto solamente nominalmente, porque a efectos reales ni siquiera solían llegar a votar y, si lo hacían, su voto valía mucho, mucho menos que el de un ciudadano de las clases medias, no digamos ya uno de las clases altas. Cicerón decía que en una sola centuria (una unidad de voto de los comicios centuriatos, la asamblea del pueblo en armas que votaba a magistrados con imperium y asuntos judiciales, así como declaraciones de guerra) del capite censi tenía tantos ciudadanos como todas las centurias de la primera clase.

Eso al margen, ciertamente se votaba directamente todo. Incluso las decisiones judiciales, si bien en ambos casos se fueron creando comisiones judiciales algo más reducidas para facilitarlo. En Roma fue mucho más lejos, de manera que había tribunales permanentes de senadores y caballeros, muy corruptos todos ellos. Los casos más gordos podían votarse en los comicios centuriatos, especialmente si había pena capital de por medio.

Pero las democracias modernas occidentales tienen sus antecesores directos en los sistemas de representación medieval: Parlamentos y Cortes, Dietas o el nombre que tuvieran. Para la política medieval, había una clara división entre gobernante y gobernado. Una sociedad jerárquica donde el poder era hereditario y pocas veces compartido.

Sin embargo, los gobernados tenían que asentir la acción política de los gobernantes. A todos los niveles de colectividad existían órganos que lo hacían. Evidentemente, más allá de comunidades locales, se necesitó un sistema para que la colectividad expresara su voz. No era, claro, democracia, si bien podían haber elecciones por medio (los más poderosos ejemplos fueron las repúblicas marítimas italianas).Quizá incluso se acercaran a modelos de repúblicas de propietarios más jeffersionianas como Islandia antes de ser cooptada por las élites islandesas.

La representación no se entendía como la entendemos nosotros, pero sí existía un concepto donde una serie de personas podían hablar en nombre de otras para expresar voluntades políticas sin necesidad de que toda la comunidad votara a cada momento. Estos representantes eran, fruto de una sociedad jerárquica, los magnates de sus comunidades. Generalmente los ricos propietarios. En una aldea quizá los más acomodados. En un reino serían los grandes nobles terratenientes. Pero el principio era el mismo.

Más allá, contrariamente a la opinión colectiva sobre las monarquías medievales, se esperaba del poder que actuara con justicia. Y esto era respetando las leyes. Por supuesto, la ley medieval es muy diferente a la ley de los estados modernos. Pero los monarcas no pueden ser arbitrarios, deben respetar costumbres, fueros y privilegios o afrontar las consecuencias. Las Guerras de los Barones en Inglaterra, con su famosa Carta Magna, son el ejemplo paradigmático de la resistencia a la tiranía de las sociedades medievales. En este sentido, los sistemas de representación medieval eran el mecanismo mediante el cual se controlaba la acción monárquica y fue una de las fuentes de conflictos del período (y las primeras instituciones en caer cuando las monarquías autoritarias del período moderno se construyen sobre las monarquías medievales).

Este medievalismo representativo sobrevive a la Edad Media en dos poderosos estados de la Época Moderna: Inglaterra y su poderoso Parlamento y la Mancomunidad de Polonia-Lituania. Mucha se dice de las tradicionales inglesas y su influencia sobre el desarrollo del liberalismo, pero la influencia de la Mancomunidad sobre el desarrollo incial de los Estados Unidos también fue notable. Una de las pocas federaciones existentes en su tiempo, un sistema representativo mucho más amplio que el inglés (donde, todavía en 1867 solamente votaba el 3% de la población), una monarquía electiva, amplios poderes de su cámara legislativa y parlamentos regionales.

La Francia revolucionaria, por otro lado, se deslumbró con la Roma republicana, creyéndose su heredera. Pero la Primera República le debía mucho más a la Edad Media de lo que habría gustado a los constituyentes revolucionarios.

Las democracias clásicas (por no complicarnos más buscando otro nombre) eran algo alienígena para la sociedad estamental del XVIII. Lo serían igualmente para nosotros. Son sociedades donde no cabe la separación entre estado y religión, pues la religión forma parte del más básico deber cívico. Eran sociedades cohesivas, donde una minoría propietaria dominaba a toda la sociedad hasta el punto de negarles los derechos que ellos tenían (al menos las mujeres romanas sí eran ciudadanas, aunque bajo potestad del paterfamilias). Las asambleas votaban sobre todo y podían hacer cosas como votar la ejecución de un traidor o exiliar a alguien sin que hubiera cometido delito alguno. En Atenas los cargos públicas se repartían al azar o mediante mociones particulares, donde ponían a carniceros sin experiencia ninguna a cargo de campañas militares (o a aristócratas populares un tanto megalómanos).

No es que fueran peores o mejores. Bueno, estoy seguro de que para cualquier persona coetánea a mí debería ser peor. La cuestión es que la democracia no es una Forma platónica venida de arriba. La democracia es una forma de gobierno que se desarrolla según necesidades y conflictos de la sociedad donde se desenvuelve. Mirar Atenas o Roma es como mirar la Suiza de ahora: interesante como ejercicio académico y de reflexión, inútil para solucionar tus problemas si no se contextualiza tanto los problemas que quieres solucionar y las soluciones que pretendes importar.

Otro día escribo sobre la democracia "real" (ahora que Suiza nos ha dado una lección de democracia muy bonita) y alguna otra vez haremos un poco de darwinismo político sobre la democracia.

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