viernes, 9 de enero de 2015

La disidencia religiosa como acción política

En Arabia Saudí han castigado a un activista por "insultar al Islam" a recibir 1.000 latigazos, dicen. Es un activista liberal. Y ahí está lo relevante, en lo liberal.

Al hablar de persecución religiosa siempre se la enmarca como un problema moral, de intolerancia y fanatismo. El problema es que, si bien eso es cierto para las sociedades eminentemente laicas, las sociedades que no separan la política de la religión no lo tratan del mismo modo.

Os hablaré de la persecución religiosa en la Edad Media (que, como sabéis, es lo que mejor conozco) para que entendáis la diferencia. En la Edad Media, si bien se entendía que había una diferencia entre el poder civil y el poder espiritual, estaban totalmente interrelacionados y el efecto era el mismo que en el mundo islámico del presente. El catolicismo, a diferencia de la ortodoxia del Imperio de Oriente, contempló desde el fin del Imperio de Occidente la división de las dos esferas (algún Papa le llamó las "dos espadas").

Aunque la Iglesia era el agente de la persecución, sus castigos rara vez pasaban de una multa y penitencia. La Iglesia, aunque hoy cueste creerlo, era muy benigna y prefería el perdón al castigo. "Hearts and minds", que dirían en Estados Unidos. Es el poder civil el que castiga sin ningún cuartel la heterodoxia (es quien castiga la herejía con la hoguera, por ejemplo).

¿Por qué? Porque en las sociedades no laicas, cualquier sociedad pre-industrial, la disidencia religiosa es una forma de disidencia política. El poder civil tiene la religión a su servicio. Aunque tengan muchos conflictos, que los tienen durante todo el período, al final la jerarquía eclesiástica está muy subordinada (por mucho que el Papado quisiera que fuera al revés).

Los emperadores romanos* (bueno, Constantino y sucesores salvo Juliano) apreciaron el poder político del cristianismo, una religión mucho más estructurada y homogénea que las religiones mediterráneas tradicionales. El Imperio oriental, mucho más cristianizado, protagoniza la mayor parte de conflictos religiosos. Son las regiones periféricas las que abrazan formas heterodoxas al margen del credo niceno (monofisismo, monotelismo, nestorianismo). En la provincia de África el donatismo y su versión más extremista de los circunceliones tiene origen en una cuestión política (básicamente, los que no se doblegaron ante la persecución diocleciana y rechazaron el regreso a la comunión de los apóstatas que sí, llamados traditores).

Otro ejemplo muy evidente son los movimientos reformistas del fin de la Edad Media. No solamente el luteranismo, me fijo en los menos conocidos husitas (no los únicos, pero muy paradigmáticos). Nace como movimiento a raíz de la persecución del reformista Jan Hus y acaba eclosionando en revueltas populares sobre la cuestión de las relaciones de Bohemia y el Imperio.

Otros movimientos heréticos muy políticos fueron los dulcinianos italianos, radicales contrarios al feudalismo y las jerarquías eclesiásticas, hoy serían llamados terroristas sin ningún problema.

La disidencia religiosa es una forma de romper con el status quo, crear nuevas solidaridades por abajo contra el poder. Son actos de resistencia con las armas ideológicas de sus sociedades. La religión es un elemento socializador e ideológicos en el mundo preindustrial, por eso es un arma política. No es casualidad que la mayor parte de herejías medievales buscaran el ideal asceta del viejo cristianismo de los Evangelios, eran una forma de atacar a la sociedad desigual en la que vivían, al poder que los dominaba y de articular un ideal alternativo y mejor.

La innovación del mundo industrial es la ruptura de las viejas solidaridades religiosas. El laicismo crece a una velocidad vertiginosa en toda Europa, incluso en el sur de Europa. La Europa industrial, la de democracias liberales, ya no necesita la religión para articular la ideología, la política tiene nuevas necesidades. Las ideologías de nuevo cuño son las nuevas solidaridades para sociedades mucho más complejas. La religión seguirá siendo clave, pero ahora lo será porque articulará la reacción conservadora que eclosiona finalmente en los fascismos de la posguerra de la Gran Guerra.

Y también esto último lo podemos observar en el mundo islámico. El fundamentalismo islámico está actuando en países donde el laicismo estaba más arraigado. Iraq y Siria eran dictaduras seculares. Irán antes de la Revolución o Pakistán/Afganistán. La Argelia colonial y postcolonial. Se libra Túnez porque son los más liberales de todos ellos. En Egipto la revolución contra Mubarak fue cooptada por los Hermanos Musulmanes, islamistas moderados (y la contrarrevolución de Sisi lo utiliza en parte como justificación). El ISIS es el equivalente a nuestro fascismo.

Contextualizar de este modo el fundamentalismo islámico hará que se busquen soluciones más complejas que el buenismo de solucionarlo con educación, decir que es culpa únicamente del imperialismo o de su religión/carácter/cultura.

*En el mundo romano también se puede ver que no es exclusivo del monoteísmo. La persecución del cristianismo primitivo (o la destrucción del Templo de Jerusalén a raíz de las revueltas judías) obedece al mismo principio de la disidencia política. El cristianismo nace de movimientos extremistas judíos contra la dominación romana. Cuando comienza a extenderse por la parte helenizada del Imperio (el Levante, Egipto, Anatolia, Grecia...) se hace menos agresiva, pero igualmente se extiende entre las clases populares desfavorecidas. Las persecuciones más severas se producen cuando el Imperio está en proceso de transformación en lo que llamamos el Dominado, cuando el gobierno imperial se va haciendo más abiertamente autoritario y necesita nuevas legitimidades religiosas con la crisis de la religión tradicional. El cristianismo rechaza la religión romana y es un enemigo del Estado que niega la propia divinidad imperial. Diocleciano, iniciador de las reformas imperiales que culminó Constantino, fue el más feroz enemigo del cristianismo y otras religiones como el maniqueísmo. Constantino no se convierte automáticamente al cristianismo, durante su reinado usa igualmente la iconografía de Sol Invicto y algunos historiadores creen que habría querido unir el cristianismo a las formas más monoteístas de la religión tradicional encarnada en Sol Invicto. En cualquier caso, su control sobre la ortodoxia cristiana en desarrollo se produce mientras él no se había bautizado (lo que diga Eusebio no se suele tomar como cierto).

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