lunes, 19 de enero de 2015

How the mighty have fallen

Anoche leía en Twitter a politólogos hablando de la caída de Roma y mencionaban con sorna la Antigüedad Tardía y sus adherentes. El concepto de Antigüedad Tardía como periodización digna de estudio proviene del libro The World of  Late Antiquity (1971) de Peter Brown. En esencia, en lugar de fijar el foco de atención sobre la "edad oscura" del fin de la romanidad clásica (generalmente se considera su inicio hacia el fin de la Crisis del Siglo III y varía su fin, desde Justiniano hasta el ascenso carolingio han sido considerados buenos momentos), trataba de buscar la transformación de la cultura clásica estancada y anticuada en una nueva cultura, con sus oportunidades y comienzos (sin duda, en busca de los orígenes lejanos de la civilización occidental moderna). 

Los politólogos lo estaban planteando desde la perspectiva más cliométrica (una corriente historiográfica muy centrada en la cuantificación de la historia) mirando los datos económicos del mundo romano. Ante ello, planteaban que los "tardoantiguos" defienden que no existe ningún declive ni retroceso económico en el período del fin del Imperio ni la post-romanidad. Es un planteamiento falto de contexto historiográfico e histórico.

En su vertiente historiográfica, el primer problema es que el libro de Brown no aparece en el vacío porque hay un medievalista temprano harto de que llamen Edad Oscura a la Edad Media (aunque simpatizaría con ese hastío ante tópicos tan poco ilustrativos), aparece en las transformaciones de la ciencia histórica de mediados del siglo XX que llevan a cuestionar los paradigmas de la historia temprana practicada de finales del XIX (un ejemplo paradigmático es Georges Duby con su monumental estudio de la aparición del feudalismo en el Maçonnais del siglo XI y el cuestionamiento del feudalismo como modelo). La interpretación clásica del fin del Imperio en occidente, que todavía es la más común, es el colapso romano más o menos súbito, una ruptura directa y traumática. Todo ello preconfigurado ya por Gibbons en su clásico The History of the Decline and Fall of the Roman Empire. Otro problema es que Gibbons le da una carga moral y un juicio de valor a la parte de "decline" (decadencia) que es enteramente subjetiva. Asocia la decadencia a la cristianización, la superioridad al paganismo. Y saliendo de ello, me parece muy problemático hablar de superioridad en cosas como economía cuando el enorme desarrollo romano entra en un declive a partir del siglo I dC y solamente sobrevive adoptando modelos y estrategias "inferiores" por ser parte del período menor de la historia romana.
Un segundo problema historiográfico es entender los postulados de este libro de Brown con la postura de todos los que han aceptado la Antigüedad Tardía como periodización significativa (entiendiendo todos que las periodizaciones tienden a ser arbitrarias y que la mayoría de profesionales de la Antigüedad Tardía son también clasicistas y, otras muchas veces, también medievalistas).  Brown escribe un libro que pretende polemizar, romper los esquemas asentados en la ciencia histórica y podemos tachar muchas de sus interpretaciones como hipérboles, que tampoco tienen que serlo intencionadas. Aquí trazaría el paralelismo con la gran Susan Reynolds y su feroz ataque al feudalismo en Fiefs and Vassals

Finalmente, el tercer problema historigoráfico es que usar caída, transformación, transición y demás sin definir claramente de qué estamos hablando tienen mucho de significantes vacíos. Es demasiado habitual, pero en ciencias sociales es fácil, por la naturaleza del lenguaje, obviar los matices que todos otorgamos a las palabras que usamos. Feudalismo es un clásico porque tiene tantas interpretaciones que, básicamente, cada intérprete está dándole su propio contenido. En la concepción más extendida, la caída de Roma significa que hubo un período concreto en que Roma se desintegró donde antes era un estado mínimamente exitoso. También podemos dar a transformación del Imperio matices positivos, diciendo que no cayó, sino que se transformó en otra cosa.

Lo problemático de ello es que el Imperio se desintegró y se transformó, en procesos paralelos pero también ortogonales. ¿Podemos hablar de caída cuando el Imperio estuvo buena parte del siglo III en una crisis casi permanente? ¿Dónde está la caída, en su defunción definitiva cuando Odoacro depone al Rómulo Augútulo en 476, en la división de Teodosio, en la pérdida de X territorio?

Lo cual nos lleva al contexto histórico. En el debate de la caída o la transformación como semántica se pierden muchos matices. Uno de ellos es que, si bien es durante la reforma diocleciano-constantiniana que el colonato se comienza a convertir en el modelo oficial romano, lo cierto es que es un proceso que comienza a raíz de las grandes revueltas serviles como la de Espartaco. Estas revueltas pusieron en peligro la misma sociedad romana y, desde el poder, se comenzó a incentivar la transformación de la gran producción esclavista en grandes latifundios explotados por colonos. La innovación diocleciana no fue el colonato en sí, sino vincular la fiscalidad al colonato y ligar los colonos a la tierra para impedir que esta base impositiva desapareciera.

Más allá, expandiendo un poco sobre lo que decía de la superioridad, la ciencia histórica es diferente a las demás ciencias sociales porque, a diferencia de éstas, podemos observar secuencias temporales amplias para analizar el sujeto de estudio. En el caso del Imperio, el declive de los indicadores de actividad económica comienza desde el siglo I dC, aunque su gran caída es en torno a la crisis del siglo III. 


Se pueden hacer numerosas interpretaciones del declive económico romano. La propia historia económica romana tiene un intenso debate sobre las características de la economía romana, es decir, si se parecía más a las economías modernas o al mundo preindustrial (según lo que he estudiado del tema, un par de asignaturas y la lectura de material que ello conlleva, me inclino por una economía moderna dentro de sus limitaciones tecnológicas). El problema no es si el Imperio dejó de ser más o menos desarrollado (es evidente que su economía retrocedió hasta fallar completamente, mirando el número naufragios es desolador cómo el comercio romano colapsó), la cuestión que estudia la Antigüedad Tardía (o debería) es por qué las transformaciones a raíz de la crisis del siglo III se produjeron de la manera en que lo hicieron, qué buscaban solucionar y por qué fueron estrategias funcionales donde el modelo alto imperial terminó por derrumbarse.

Porque en todo esto hay un detalle importante, y es nuestra ventaja al estudiar la historia frente a estudiar el presente o sistemas muy cercanos en el tiempo: podemos observar consecuencias y desarrollos a largo plazo. Sabemos que las transformaciones del período que llamamos el Dominado fueron lo bastante exitosas para que el Imperio sobreviviera un siglo en occidente y otros tres o cuatro siglos en la parte oriental hasta que necesitó otro proceso de grandes transformaciones. No dejaron de ser una economía altamente sofisticada por gusto, es una adaptación (y lo sabemos porque el Imperio sobrevivió a la profunda crisis que padeció en el siglo III). 

Algo interesante es que la dinastía Song de China también representa un pico en el desarrollo económico antes de la Revolución Industrial similar al mundo romano. Estudiar las similitudes y diferencias de ambos mundos seguramente nos daría pistas sobre las causas de sus finales abruptos. Un problema básico fue, sin duda, los límites tecnológicos: una revolución industrial solamente puede producirse mientras la productividad crezca de forma sostenida. Y en Roma hubo formas ingeniosas de hacerlo con piezas estandarizadas capaces de ser ensambladas rápidamente, organización del trabajo, pero les faltaba la producción energética suficiente (y eso que su tecnología hidráulica era muy sofisticada) para ir más allá. 

Es una parte, sería demasiado simple hacerlo causa unívoca. Otro factor clave fue la dependencia de Italia, la provincia más poblada, de otras regiones para alimentarse a causa de la inepta agricultura romana. De hecho, hasta el entorno del siglo XI (que es el inicio de la gran expansión económica medieval que culminará en el XIII y será frenada por la crisis del XIV), la superficie de bosque en Europa vuelve a aumentar. 

Por terminar de una vez, que ha ido avanzando la noche y me vuelvo más incoherente, la Antigüedad Tardía no tiene por qué ser una contestación a la descomposición del Imperio en occidente (en oriente la civilización romana floreció nuevamente). La Historia es la ciencia social que se construye sobre las relaciones temporales. Y aquí es tan interesante estudiar la ruptura como la continuidad (del poder, de la cultura, de la sociedad, del pensamiento político, de la economía, para todo ello lo podemos encontrar). La Antigüedad Tardía tiene que estudiar las continuidades del mundo romano, sus transformaciones y la singularidad de este período de la civilización clásica, que es también su final. Quizá esta periodización se origine en un libro que polemiza sobre ello y contesta el excesivo celo de la vieja historiografía que veía la post-romanidad como un agujero negro de la civilización (y como medievalista me parece genial), pero tampoco nos basamos en Gibbons para estudiar el Imperio.

viernes, 9 de enero de 2015

La disidencia religiosa como acción política

En Arabia Saudí han castigado a un activista por "insultar al Islam" a recibir 1.000 latigazos, dicen. Es un activista liberal. Y ahí está lo relevante, en lo liberal.

Al hablar de persecución religiosa siempre se la enmarca como un problema moral, de intolerancia y fanatismo. El problema es que, si bien eso es cierto para las sociedades eminentemente laicas, las sociedades que no separan la política de la religión no lo tratan del mismo modo.

Os hablaré de la persecución religiosa en la Edad Media (que, como sabéis, es lo que mejor conozco) para que entendáis la diferencia. En la Edad Media, si bien se entendía que había una diferencia entre el poder civil y el poder espiritual, estaban totalmente interrelacionados y el efecto era el mismo que en el mundo islámico del presente. El catolicismo, a diferencia de la ortodoxia del Imperio de Oriente, contempló desde el fin del Imperio de Occidente la división de las dos esferas (algún Papa le llamó las "dos espadas").

Aunque la Iglesia era el agente de la persecución, sus castigos rara vez pasaban de una multa y penitencia. La Iglesia, aunque hoy cueste creerlo, era muy benigna y prefería el perdón al castigo. "Hearts and minds", que dirían en Estados Unidos. Es el poder civil el que castiga sin ningún cuartel la heterodoxia (es quien castiga la herejía con la hoguera, por ejemplo).

¿Por qué? Porque en las sociedades no laicas, cualquier sociedad pre-industrial, la disidencia religiosa es una forma de disidencia política. El poder civil tiene la religión a su servicio. Aunque tengan muchos conflictos, que los tienen durante todo el período, al final la jerarquía eclesiástica está muy subordinada (por mucho que el Papado quisiera que fuera al revés).

Los emperadores romanos* (bueno, Constantino y sucesores salvo Juliano) apreciaron el poder político del cristianismo, una religión mucho más estructurada y homogénea que las religiones mediterráneas tradicionales. El Imperio oriental, mucho más cristianizado, protagoniza la mayor parte de conflictos religiosos. Son las regiones periféricas las que abrazan formas heterodoxas al margen del credo niceno (monofisismo, monotelismo, nestorianismo). En la provincia de África el donatismo y su versión más extremista de los circunceliones tiene origen en una cuestión política (básicamente, los que no se doblegaron ante la persecución diocleciana y rechazaron el regreso a la comunión de los apóstatas que sí, llamados traditores).

Otro ejemplo muy evidente son los movimientos reformistas del fin de la Edad Media. No solamente el luteranismo, me fijo en los menos conocidos husitas (no los únicos, pero muy paradigmáticos). Nace como movimiento a raíz de la persecución del reformista Jan Hus y acaba eclosionando en revueltas populares sobre la cuestión de las relaciones de Bohemia y el Imperio.

Otros movimientos heréticos muy políticos fueron los dulcinianos italianos, radicales contrarios al feudalismo y las jerarquías eclesiásticas, hoy serían llamados terroristas sin ningún problema.

La disidencia religiosa es una forma de romper con el status quo, crear nuevas solidaridades por abajo contra el poder. Son actos de resistencia con las armas ideológicas de sus sociedades. La religión es un elemento socializador e ideológicos en el mundo preindustrial, por eso es un arma política. No es casualidad que la mayor parte de herejías medievales buscaran el ideal asceta del viejo cristianismo de los Evangelios, eran una forma de atacar a la sociedad desigual en la que vivían, al poder que los dominaba y de articular un ideal alternativo y mejor.

La innovación del mundo industrial es la ruptura de las viejas solidaridades religiosas. El laicismo crece a una velocidad vertiginosa en toda Europa, incluso en el sur de Europa. La Europa industrial, la de democracias liberales, ya no necesita la religión para articular la ideología, la política tiene nuevas necesidades. Las ideologías de nuevo cuño son las nuevas solidaridades para sociedades mucho más complejas. La religión seguirá siendo clave, pero ahora lo será porque articulará la reacción conservadora que eclosiona finalmente en los fascismos de la posguerra de la Gran Guerra.

Y también esto último lo podemos observar en el mundo islámico. El fundamentalismo islámico está actuando en países donde el laicismo estaba más arraigado. Iraq y Siria eran dictaduras seculares. Irán antes de la Revolución o Pakistán/Afganistán. La Argelia colonial y postcolonial. Se libra Túnez porque son los más liberales de todos ellos. En Egipto la revolución contra Mubarak fue cooptada por los Hermanos Musulmanes, islamistas moderados (y la contrarrevolución de Sisi lo utiliza en parte como justificación). El ISIS es el equivalente a nuestro fascismo.

Contextualizar de este modo el fundamentalismo islámico hará que se busquen soluciones más complejas que el buenismo de solucionarlo con educación, decir que es culpa únicamente del imperialismo o de su religión/carácter/cultura.

*En el mundo romano también se puede ver que no es exclusivo del monoteísmo. La persecución del cristianismo primitivo (o la destrucción del Templo de Jerusalén a raíz de las revueltas judías) obedece al mismo principio de la disidencia política. El cristianismo nace de movimientos extremistas judíos contra la dominación romana. Cuando comienza a extenderse por la parte helenizada del Imperio (el Levante, Egipto, Anatolia, Grecia...) se hace menos agresiva, pero igualmente se extiende entre las clases populares desfavorecidas. Las persecuciones más severas se producen cuando el Imperio está en proceso de transformación en lo que llamamos el Dominado, cuando el gobierno imperial se va haciendo más abiertamente autoritario y necesita nuevas legitimidades religiosas con la crisis de la religión tradicional. El cristianismo rechaza la religión romana y es un enemigo del Estado que niega la propia divinidad imperial. Diocleciano, iniciador de las reformas imperiales que culminó Constantino, fue el más feroz enemigo del cristianismo y otras religiones como el maniqueísmo. Constantino no se convierte automáticamente al cristianismo, durante su reinado usa igualmente la iconografía de Sol Invicto y algunos historiadores creen que habría querido unir el cristianismo a las formas más monoteístas de la religión tradicional encarnada en Sol Invicto. En cualquier caso, su control sobre la ortodoxia cristiana en desarrollo se produce mientras él no se había bautizado (lo que diga Eusebio no se suele tomar como cierto).